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Los seres humanos no somos un producto terminado… Estamos en proceso.

Con frecuencia confundimos lo que es un problema de lo que es un proceso, cuando son muy diferentes.

Un problema tiene solución.  Un proceso tiene terminación.

Es importante aprender a identificarlos para actuar de acuerdo a eso, y no cometer el error de estar juzgando, criticando y agrediendo.

Si tú estás en medio del verano con temperaturas de 40°, y de pronto se descompone el clima de tu casa, tienes un problema que tendrás que resolver.  Ahí lo que se hace es buscar un técnico que pueda darle solución a tu problema.  

Pero un proceso es diferente.  En un proceso hay pasos y hay tiempos.  

Supongamos que quieres hacer un pastel.  Pues vas a requerir un proceso que inicia con el primer paso, que en éste caso sería seleccionar una receta.  Después tendrás que comprar los ingredientes, pesarlos y medirlos, mezclarlos y batirlos hasta obtener una masa homogénea.  Ahí ya van varios pasos que se tienen que hacer.

Posterior a eso vas a requerir engrasar un molde, vaciar la mezcla en él, y meterlo al horno, donde pasará un tiempo determinado, para luego dejarlo que se enfríe.  Finalmente entrará en lo que es el decorado.  Ya se van sumando más pasos.

Una vez que ya transcurrió el tiempo suficiente, y ya se siguieron los pasos del proceso de forma eficiente, tendrás listo un maravilloso pastel que podrá ser disfrutado por tu familia o tus amistades.  Ahí se completó el proceso.  Ya llegó a su terminación.

Imagina que alguien llega a tu cocina, se asoma en el horno cuando está a mitad de su cocimiento, y empieza a juzgar ese pastel diciendo que no sirve y que está mal hecho.  Sería alguien absolutamente ignorante que no sabe que ese pastel no está terminado aún.  No sabe que está en proceso, y que tiene un extraordinario potencial.  Solo le falta tiempo.

Todos, con el solo hecho de ser hijos de Dios, tenemos ese gigantesco potencial.    ¿Qué nos falta?  

Nos falta que se termine el proceso.  Nos falta pasar más tiempo en el horno y cumplir con todos los pasos que se requiere.  Para eso estaremos entrando y saliendo de los mundos físicos, viviendo experiencias y aprendiendo de ellas.

Los seres humanos no somos un producto terminado.  No estamos listos todavía.  Estamos en un proceso que concluirá con un maravilloso resultado, ya que llegará el día en que todos seamos seres radiantes de luz y de amor, brillando con tanta fuerza que podremos iluminar por completo nuestro entorno.  

Por ahora estamos en medio de ese proceso, que consiste en vivir la vida para aprender de ella.  Estamos tomando información a través de experimentar los mundos físicos tridimensionales.  Estamos cometiendo errores que nos llevarán a descubrir el amor que hay en la vida misma.  

Si tú juzgas los errores de los demás es que no has comprendido de qué se trata la vida.  No has comprendido cuál es el propósito que nos trae constantemente al planeta.  No has comprendido el plan perfecto del Padre.

Nuestro Padre nos envía a los mundos de la 3° dimensión para que convivamos los unos con los otros, y a través de esa convivencia aprendamos a respetarnos y a aceptarnos.  Nos envía a que desarrollemos herramientas de amor como el agradecimiento, la valoración y la adaptación.  Nos envía a aprender a través de ir cometiendo errores.

Si no existiera el error no aprenderíamos nada.  No podríamos diferenciar lo falso de lo verdadero.  No lograríamos desarrollar el principio de amor en nosotros.   No aprenderíamos a ser felices, ni nos convertiríamos en seres de paz, ni desarrollaríamos la capacidad del servicio incondicional.  Eso se logra solo a través de este proceso.

Si desde la ignorancia de tu mente tú estás juzgando a las personas y los errores que cometen, es que no has comprendido ese proceso.  No has comprendido el amor que hay en lo profundo de la vida.  

Cometer errores no es grave.  Juzgarlos sí.

“No juzgues al ser humano, ni lo veas como un problema.  No lo es.   Sólo está en proceso”.