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No eres dueño de tus hijos

Lorena Villarreal
El que tú hayas tenido hijos, no te convierte en su dueño. Te convierte en su padre o en su madre, que es muy diferente.

Los padres necesitamos comprender esto tan importante. Los hijos no son de nuestra propiedad, ya que son hijos de Dios.

Nosotros lo que hacemos es servir de canal para que ellos puedan venir al mundo a tomar información de él.

Gracias a los padres, los hijos pueden tomar un cuerpo físico, que desarrollará una mente. Esa mente cometerá errores y aciertos a lo largo de su vida, y eso lo llevará a extraer la comprensión de la verdad del amor.

En eso consiste el proceso de evolución. Por los padres es que los hijos de Dios nacen a los mundos físicos para perfeccionarse y crecer, y en su momento regresar a Él.

A los padres y a las madres se nos encomendó una misión importantísima en el universo, pero nuestra ignorancia nos lleva con frecuencia a confundirla y a hacerla mal.

Se nos encomendó cuidar, orientar, apoyar y enseñar, pero lo confundimos con castigar, prohibir, imponer y agredir.

Se nos encomendó ayudarlos a crecer y darles ejemplo, para que logren en su momento integrarse a vivir en una sociedad de manera sana y armónica.

Se nos encomendó dejarlos que aprendan para que desarrollen herramientas y adquieran habilidades que les permita en su momento vivir su vida como seres libres e independientes.

Los padres confundimos con mucha frecuencia nuestra función.

  • En lugar de ayudarlos a vivir su vida, la queremos vivir por ellos.
  • En lugar de enseñarles a que tomen decisiones, las queremos tomar por ellos.
  • En lugar de apoyarlos para que enfrenten su destino y crezcan, se lo queremos evitar.
  • En lugar de dejarlos que asuman el resultado de sus errores para que aprendan de ellos, lo asumimos nosotros para evitarles el sufrimiento.
  • En lugar de concederles libertad total para que enfrenten la vida, lo limitamos por nuestros miedos.
  • En lugar de apoyarlos cuando se equivocan en algún momento, los agredimos, los juzgamos y los criticamos por eso.

No se trata de decidir su vida, ni mucho menos quererles decir cómo vivirla. Se trata de permitirles pensar por ellos mismos.

Se trata de aceptar que a lo mejor el hijo toma un camino que no es el que hubieras querido que tomara.

Se trata de saber en qué momento estar a su lado, y en qué momento quitarte para que él busque solo sus respuestas.

Se trata de ser luz para que les ilumine el camino, pero dejar que ellos lo caminen.

Se trata de quererlos mucho para que se sientan seguros, pero permitirles experimentar su vida solos.

Se trata de saber cuándo soltar. Ni muy niños ni muy grandes. Si los suelto de niños les faltó mi apoyo, y eso los debilita, pero si los suelto de grandes les sobro mi protección, y eso los inutiliza.

No seas un padre bueno. Sé mejor un buen padre.

No seas una madre buena. Sé mejor una buena madre.

Para lograrlo necesitas ser sabio. Ser justo.

Un justo no da ni de más, ni de menos. Da lo justo. Lo preciso.

Se nos encomendó ayudarles a crecer, dejarlos desarrollar herramientas para que vivan como seres libres e independientes.